Dedicado a aquellos amigos a los que ya no les podemos dar la pata por José Miguel Valverde
Uno de los peores momentos que podemos vivir es cuando un amigo enferma y te sientes impotente porque, pese a hacer todo lo que tienes en tu mano, siempre experimentarás la sensación de que no has hecho lo suficiente.
Mi perro está muy enfermo
No se puede explicar con palabras lo que se siente cuando tu compañero enferma y te sientes incapaz de ayudarlo. Da lo mismo que sea joven o que ya la vida haya marcado en su rostro el paso de los años, da lo mismo, porque sigue siendo tu amigo y, aunque ya no esté junto a nosotros, siempre ocupará un lugar muy importante en tu corazón.
No se puede entender lo difícil que resulta superarlo, el trozo tan importante que la vida te arranca y que te promete que algún día te volverá, pero eso no es suficiente, porque tu alma se encuentra desgarrada y no hay hilo en el mundo que pueda volver a tejerla.
Pero lo más duro de todo es que por mucho que mires el horizonte, las aguas parecen tragárselo de tal manera que ni las gaviotas se atreven a adentrarse en él, salvo en ese momento, en ese mismo instante en el que ya no les queda otro camino y deben encontrar de nuevo el sendero que les devolverá la felicidad.
Es duro cuando lo tienes en tus brazos y te mira con sus dulces ojos como teniendo la esperanza de que tú encuentres la respuesta, esa respuesta que sabes que nunca llegará, pero no puedes decírselo, así que lo haces una bola y la metes dentro, tan dentro que duele intensamente y hasta en ocasiones te deja sin aliento.
Y ahí está él, tendido en el suelo y resistiendo la furia que se presenta ante sus ojos, la maldad del sufrimiento que se embute como una nube gris que asola todo lo que nos rodea y que nos trae los recuerdos más increíbles y las experiencias más inolvidables que hemos pasado juntos.
Ya no te tengo a mi lado
Pero el momento ha llegado, era imposible que ninguno de nosotros pudiese cambiarlo, y me siento tan impotente porque tú esperabas de mí que, como siempre hacíamos, te solucionase cualquier problema.
Ya no estás a mi lado, ya no podré volver a abrazarte como lo hacía antes, y tan sólo veo tu cuerpo tendido sobre una fría sábana que se lleva tras de sí todas nuestras ilusiones, todos nuestros momentos tantos buenos como malos, y todos esos juegos que nos convirtieron en una familia, una familia única, irrepetible e inigualable…
Ya no queda nada, por un momento mi corazón se ha quedado vacío y eso duele, porque tú hacías que estuviese lleno, con tus dulces ojos, con tu mirada de compañero, con tu pata sobre mi rodilla cuando, aunque no lo demostrase, tú sabías que estaba triste.
Nada podrá volver a ser como antes, el mundo ha dado la vuelta, y aunque no sea consciente de que te he perdido porque sigo entrando a casa y espero que me recibas con tus dulces lametones, en realidad has dejado un hueco, una herida que nunca volverá a cicatrizar. Es como un sueño, un maldito sueño del que día tras día esperas despertar… pero ese día no llega nunca.
Siempre tendrás un amigo que te recuerde, porque tu vida no ha sido en balde… un amigo que te quiera, y un amigo que seguirá abrazándote aunque tu cuerpo se haya marchitado como la fina hierba que crece en una fragua a la espera del cálido fuego que hará de ella una masa informe y desaparecerá para siempre, pero ya no tengo tu pata sobre mi rodilla.
Te quiero, compañero… Te quiero… AMIGO.