De entre las enfermedades hereditarias, encontramos la atrofia progresiva de retina en los gatos, una enfermedad que generalmente se manifiesta en la vejez.
La atrofia progresiva de retina felina
La retina es una parte imprescindible del ojo ya que recibe en primer lugar las imágenes para poder trasmitirlas al cerebro del animal, es por ello que en el momento en el que se atrofia, nuestro gato deja de ver correctamente.
No obstante, hay que tener en cuenta que esta enfermedad puede afectar a la visión nocturna, a la visión diurna o a ambas dependiendo de los receptores que se puedan haber visto afectados.
La atrofia se produce cuando se dañan estos receptores, pero al ser progresiva, no es un problema que afecte de la noche a la mañana, sino que va produciéndose poco a poco y avanzando lentamente.
Este aspecto es muy positivo ya que permite a nuestro compañero adaptarse a su nueva situación llegando incluso a tener una vida relativamente normal.
Se trata de una enfermedad hereditaria, por lo que es transmitida de padres a hijos aunque los síntomas no son apreciables hasta que no cumplen una determinada edad.
Cómo detectar la atrofia progresiva de retina en los gatos
Uno de los primeros síntomas que podemos apreciar de esta enfermedad es que las pupilas de nuestro gato comienzan a dilatarse y se tornan más anaranjadas además de que tienen un mayor brillo.
Cuando la enfermedad está avanzada, también se empieza a ver la aparición de cataratas además de que se aprecia mayor dificultad para poder ver correctamente en especial los objetos en movimiento.
Cómo prevenir y curar la atrofia progresiva de retina en los gatos
Desgraciadamente, la atrofia progresiva de retina no tiene cura, sino que nuestro gato irá poco a poco perdiendo la visión y teniendo mayores dificultades para poder moverse.
No obstante, y debido a que se produce lentamente, nuestro compañero se irá adaptando a su entorno y veremos que, aunque no vea correctamente, seguirá moviéndose por su zona. No obstante, es muy importante tener en cuenta que no deberemos cambiar demasiado el orden del sitio por el que acostumbre a estar, ya que de lo contrario dificultaremos mucho su movilidad.
Aunque se trata de la enfermedad que no tiene cura debido a que no existe un tratamiento, sí existe la posibilidad de prevenirla en cierto modo retrasando su aparición y su evolución incluyendo un extra de antioxidantes en su dieta habitual.
Es por ello que el mejor arma con el que podemos contar en estos casos es la alimentación. No obstante, como medida preventiva es aconsejable castrar a los animales que padezcan esta enfermedad con el objetivo de reducir al máximo las posibilidades de que se extienda.