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Hachikō ハチ: El perro fiel

 

Hoy quiero escribir sobre esta película tan bonita y real que he visto, es una película que refleja la lealtad y afinidad que los perros pueden llegar a tener con sus dueños, se trata de la película «Siempre a tu lado. Hachiko» protagonizada por Richard Gere y un perro de raza Akita que representa a Hachikō, el nombre de «Hachi» significa: Ocho (el octavo de su camada) y ‘kō» significa principe o duque.

 

 

Primeros años

Desde la Prefectura de Akita hasta la estación de Shibuya viajó durante dos días en tren, en una caja. Cuando lo fueron a retirar sirvientes del profesor, estos creyeron que el perro estaba muerto.

Sin embargo, cuando llegaron a la casa, el profesor le acercó al perro un vaso con leche, y éste se reanimó. El profesor lo recogió en su regazo y notó que las piernas delanteras estaban levemente desviadas, por lo que decidió llamarlo Hachi (ocho en japonés) por la similitud con el Kanji (letra japonesa) que sirve para representar al número ocho (八).

En verdad el perro estaba destinado a la hija del profesor, quien prontamente abandonó la casa paterna al quedar embarazada y casarse para irse a vivir a la casa paterna de su esposo. Así, al comienzo, Hachi iba a ser regalado, pero el profesor pronto se encariñó con el perro al que adoraba enérgicamente.

El perro se despedía todos los días desde la puerta principal cuando Ueno iba al trabajo, y le saludaba al final del día en la cercana estación de Shibuya. Esta rutina, que pasó a formar parte de la vida de ambos, no fue desapercibida ni por las personas que transitaban por el lugar ni por los dueños de los comercios de los alrededores, y todos ellos llegaron a apreciar de forma muy singular el vínculo que llegó a entablarse entre el perro y su dueño.

 

Vida

En 1924, Eisaburō Ueno, un profesor del departamento de agricultura en la Universidad de Tokio adoptó a Hachikō como su mascota. Desde entonces, cada día Hachikō lo esperaba en la puerta delantera de la estación de Shibuya para saludar a su amo al final de cada día. Esta rutina continuó sin interrupciones hasta el mes de mayo de 1925, cuando el profesor Ueno ya no regresó, como de costumbre, en tren, pues previamente había sufrido una hemorragia cerebral mientras impartía clases en la universidad de Tokio, y murió. Debido a esto, jamás regresó a la estación de tren, donde su leal mascota lo esperaba. Hachikō demostró su lealtad a Ueno y cada día, por los siguientes nueve años de su vida, esperó en el acostumbrado sitio donde se sentaba, justo enfrente de la estación.

Conforme transcurría el tiempo, Hachikō comenzó a llamar la atención de propios y extraños en la estación; mucha gente que solía acudir con frecuencia a la estación habían sido testigos de cómo Hachikō acompañaba cada día al profesor Ueno antes de su muerte. Fueron estas mismas personas las que cuidaron y alimentaron a Hachi durante ese largo período.

 

Tras la muerte de su amo: la lealtad de una mascota

El 21 de mayo de 1925, el profesor Ueno no regresó; había sufrido una hemorragia cerebral que le provocó la muerte mientras impartía clase en la Universidad Imperial, pero Hachi se quedó allí, en su sitio, esperándole. Pasaron los días, que se convirtieron en meses, y los meses en años, y Hachi seguía acudiendo fiel y puntualmente a esperar a su amo, sin importarle si hacía frío o calor, tan sólo esperaba volver a verle.

La devoción que Hachikō sentía hacia su amo fallecido conmovió a los que lo rodeaban, quienes lo apodaron el perro fiel. El 8 de abril de 1934, una estatua de bronce fue erigida en su honor en la estación de Shibuya, y el propio Hachikō estuvo presente el día que se presentó la estatua. La estatua fue reutilizada a causa de la Segunda Guerra Mundial, pero se erigió otra estatua en agosto de 1947, que aún permanece y es un lugar de encuentro extremadamente popular, tanto que en ocasiones la aglomeración de gente dificulta el encuentro.

También hay una estatua similar en Odate, delante de la estación de Odate.

Muerte

El 7 de marzo de 1935, Hachiko murió de filariasis, su cuerpo fue encontrado frente a la estación de Shibuya, tras esperar infructuosamente a su amo durante diez años. Sus restos fueron depositados en una caseta de piedra que se construyó al pie de la tumba del profesor Ueno, en el Cementerio de Aoyama, Minmi-Aoyama, Minato-Ku, Tokio. Aunque, posteriormente, su cuerpo se recogió para ser expuesto en el Museo de Ciencias Naturales del distrito Tokiota de Ueno tras ser restaurado y disecado.

 

Casos similares

Aunque parezca un hecho aislado, hay más casos parecidos que han acaecido a lo largo del mundo y que, gracias a Internet, ahora se dan a conocer.

En España por ejemplo se produjo el caso de Canelo que, en 1990, iba junto con su amo al Hospital de Cádiz para recibir su tratamiento periódico de diálisis, hasta que cierto día hubo una serie de complicaciones y el hombre falleció. Aún así, Canelo siguió esperando al dueño durante 12 largos años, hasta que en 2002 falleció al ser atropellado por un vehículo, cuyo conductor se dio a la fuga. En su honor se puso su nombre a una calle, en la cual se instaló una placa conmemorativa. Este video conmemorativo explica detalladamente toda la historia.

En Monte Cristo, provincia de Córdoba, Argentina, está «Alicio», un «fiel y leal» perrito que aún sigue esperando a su amo muerto frente al centro de salud donde se fue a atender por última vez en enero de 2010. El hombre fue trasladado de urgencia con un problema de salud al dispensario local, debido a su gravedad murió. El hombre había llegado junto a su perrito, a quien los vecinos apodaron «Alicio». Desde el momento de la muerte, el animal se mantiene en guardia frente al dispensario como esperando el regreso de su amo.

En Uruguay, está la historia del Gaucho, un perro color negro, quien recorrió más de 50 kilómetros hasta el hospital en el que estaba recluído su amo y permaneció allí hasta el día en que su amo fallece; luego, el noble animal lo acompañó durante su velatorio y hasta el lugar donde recibiría santa sepultura. En el cementerio, Gaucho custodió aquella sepultura por más de 30 días, salía en las mañanas a recoger algún alimento que el pueblo le brindara, recorría calle Rivera, Plaza Artigas, La Picada y algunas veces 18 de Julio, para volver de tarde otra vez junto a la tumba de su amo en el Cementerio, esto es así todos los días hasta la muerte de Gaucho. en 1999, los pobladores de Durazno erigieron un monumento en honor a Gaucho, frente al cementerio en el que pasó sus ultimos años.

El ladrido de Hachiko

En 1994, la estación de radio de Japón, Culture Broadcasting Network (CBN) fue capaz de encontrar una cinta con la grabación del ladrido de Hachiko. La cinta lamentablemente estaba dañada y rota en varios pedazos. La cadena invirtió en recuperar al cinta y reconstruirla. Tuvieron éxito y luego de 59 años de la muerte de Hachiko, transmitieron nuevamente su ladrido por la radio. Millones de personas sintonizaron apra escuchar a Hachiko, lo cual fue una gran muestra de la continua y perpetua popularidad que tiene este gran perro.

El 8 de abril de cada año se conmemora a Hachiko en la plaza frente a la estación de trenes de Shibuya.

Los restos de Chuken Hachiko (en japonés el leal perro Hachiko) descansan junto a los de su amo el Dr. Eusaburo Ueno, en una esquina de la sepultura de su dueño, en el Cementerio de Aoyama, Minmi-Aoyama, Minato-Ku, Tokio.

(foto de los restos recuperados y disecados de Hachiko en el National Science Museum en Ueno)

Incluso se realizo una película en homenaje a Hachiko. Se estreno en 1987, y su titulo es: Hachiko monogatari.