La nuestra es una sociedad cada vez mas habituada a la presencia de perros junto a nosotros. En un momento en el que uno de cada tres hogares alberga, cuando menos, a un perro, podríamos pensar que nuestros peludos amigos viven una “época dorada”. En la era de la información, con millones y millones de páginas con contenido sobre esos grandes compañeros de aventuras, cabría pensar que todo el mundo que acoge a un perro conoce bien a la criatura que está aceptando. Con horas y horas de programas televisivos y documentales, decenas de filmes con perros como protagonistas, sería fácil pensar que conocemos bien a nuestro perro, ese que está ahora mismo tumbado junto al sofá mirándome de soslayo. Pero lo cierto es que no, la mayoría no conocemos en absoluto a nuestro animal.
Ante la pregunta… “¿Qué crees que necesita tu perro?”, habría quien respondería con cosas como “comida y agua”, “mucho ejercicio” o incluso “mucho amor”. Bien, obviamente son cosas necesarias, pero, ante una situación preocupante para nuestro perro, poca importancia le va a prestar a todo eso. Un perro que se enfrenta a una situación desconcertante para él no comerá, no beberá, no se pondrá a jugar con la pelota, y desde luego, no nos dará lametones.
Lo primero que necesita un perro es sensación de seguridad. Y no me entendáis mal… no me refiero a evitarle cualquier encuentro con otro ser vivo ni a servirle de guarda espaldas. Me refiero a dotarle de las herramientas necesarias para sentirse seguro. La calma, la paciencia, la firmeza, pero sobre todo la coherencia, es lo que ayuda a un perro a sentirse seguro. A menudo hacemos una cosa mientras hacemos la contraria, o resolvemos una misma situación que se ha presentado en varias ocasiones cada vez con una solución diferente. Nuestros peludos necesitan saber cómo van a acabar aquellas situaciones que les estresan. Solo eso, saber cómo van a acabar. Para ello tenemos dos opciones: o habernos molestado en preparar de antemano dicha situación, teniendo bajo control todos los factores, para que le sirva a nuestro perro como ensayo experimentándola varias veces con unos niveles de estrés que le resulten aceptables; o bien, si la situación se presenta sin previo aviso o preparación, mostrando al perro que nosotros tenemos la actitud mas sosegada, calmada y confiada posible, y que se la hacemos extensible a él. ¿Parece fácil? No siempre lo es.
Por otro lado, muy frecuentemente nos encontramos hogares en los que un miembro de la familia se desvive por atender todas las necesidades cotidianas del perro, pero que a la hora de la verdad, éste siempre busca mas la compañía de otro de los miembros, aunque apenas dedique una tercera parte del tiempo que el primero invierte en el perro. Habría que examinar los por qué de esta actitud. Seguro que la primera persona se siente muy ligada emocionalmente al perro, lo ve como a un hijo, y como tal le trata, esperando, aunque sea en su fuero interno, un reconocimiento a tal esfuerzo, mientras que la segunda es mucho mas imparcial. El perro no lo va a reconocer, él valora otras cosas… Si siempre le ponemos la comida, dará por hecho que es su privilegio y nuestra obligación.
No nos querrá mas que antes. Ni menos tampoco. Probad si no a mostrar una golosina y examinad cuando es mas zalamero… ¿antes o después de recibirla? Con toda seguridad antes… Después de obtenerla, su interés se mantendrá el tiempo justo en comprobar si le sigue una segunda golosina o no, después volverá a mostrar independencia de nosotros. Ellos no dan muestras de fidelidad. Ellos son fieles.
¿Qué quiere decir esto? Pues, sencillamente, que valoran la seguridad, la serenidad del ambiente, y se fidelizan a ello, no a acciones puntuales y concretas. El perro nos es fiel porque le resultamos seguros, y cuanto mas a salvo y sereno se sienta un perro, mas fiel nos será.
¿Egoistas? Claro, pero… ¿No lo somos también nosotros?
La mayoría de las personas que adquieren un perro esperan algo de ellos: que nos ayude a no sentirnos tan solos o a superar una pérdida; que nos de un motivo para salir a la calle a menudo y relacionarnos; que sirva para que nuestros hijos se hagan mas responsables; que nos vigile la casa; porque la compañía de su belleza nos hace sentirnos mas especiales… Incluso cuando los rescatamos de una situación adversa, hay un gran componente de satisfacción personal en ello, no solo puro altruismo.
Son muy numerosos los motivos, y no solemos llamar egoista a nadie por ello. Lo que insta a los perros a sernos fieles es mucho mas primario, menos artificial. Actúan movidos por un interés, es cierto, pero son mucho mas tolerantes con nuestros fallos que cualquier otra especie, incluida la nuestra propia. Veámoslo: Cuando un perro ladra amenazantemente a un miembro de la familia, o avanza hacia él emitiendo gruñidos, se considera un “perro loco” o “agresivo” y suele acabar saliendo del núcleo familiar.
¿Podríais decirme cual es el porcentaje de perros que tienen esta actitud? ¿Un 1 o 1,5% de los perros? (Y descubrir cómo ha llegado el perro a semejante comportamiento podría resultarnos también muy chocante y vergonzoso). Ahora dadle la vuelta a la historia… Pensad en un humano gritando o avanzando hacia su perro mientras profiere amenazas y hace aspavientos por que éste ha orinado donde no debe o mordisqueado algún objeto valioso.
¿Sabríais calcular qué porcentaje de los dueños actúa así ante una situación en la que el animal ha hecho algo que le desagrada? Pues he deciros que somos generosos, o mas bien ingenuos, si pensamos que esta actitud la tiene un porcentaje menor al del 70%. ¿Qué significa esto? Pues mi madre solía decir que era la “Ley del Embudo”. Es decir, la boca ancha de los errores para nosotros, los humanos, y la estrecha para ellos, los perros.
Nadie se cuestiona esto con otras especies animales. El que un gato sea arisco y arañe cuando se le quiera acariciar pocas veces es motivo de abandono. Nadie se extraña de que una serpiente, tratada como mascota, no muestre mucha simpatía hacia sus dueños. Las aves tienden a ser esquivas, y todos lo damos como algo natural. Pero a los perros les exigimos mas ¿Por qué? No estoy diciendo en absoluto que debamos quedarnos de brazos cruzados ante los, como ya hemos visto, poco frecuentes casos de conductas agresivas. Todo lo contrario: trato de señalar que los humanos tendemos a tener una conducta muy lesiva para con el perro, que pocas personas lo perciben de sí mismas y que aún así esperamos ser premiados con lealtad, amor y respeto hacia nosotros y nuestros tan preciados objetos. Hablo de corregir nuestra conducta humana a la hora de educar en la convivencia.
¿Qué os parece? ¿Os sentís sorprendidos?
Es una máxima que se repite una y otra vez, y que como educador canino veo a diario. Se le exige al perro un comportamiento mas sereno, educado y guiado por el autocontrol que el que se autoexige el humano. Es decir… la especie intelectualmente mas avanzada espera que sea la menos avanzada la que haga todo el esfuerzo para llegar a coexistir pacificamente. “¡Perro, o aprendes tú solo en apenas un par de meses lo que a mi especie le ha hecho falta miles de años para evolucionar mi cerebro, y alrededor de unos veinte años (lustro arriba o abajo) de la exhaustiva educación de mis padres, abuelos, hermanos y profesores, o tendremos un serio problema!”.
¿No os parece un poco demasiado exigente? Lo sencillo, o al menos lo que ofrecería mas garantías de éxito, sería lo contrario, que el humano supiera servir de ejemplo de conducta y de estado de ánimo. A fin de cuentas, nosotros controlamos conceptos abstractos como el bien, el mal, el tiempo o el amor (Si, exacto, el amor. Porque a mi parecer ellos no perciben el amor como nosotros lo solemos concebir. Para ellos es algo mas similar a nuestra camaradería, pero sin fisuras, llevada a la enésima potencia). Hemos de ser los humanos los que marquemos los objetivos a lograr, los canales a seguir, y les demos a ellos el tiempo necesario para alcanzarlos. Si tenemos claros los objetivos y los caminos, no nos frustrará ver que nuestro perro tarda un poco mas en aprender algo o en abandonar una conducta, porque podremos medir los avances. Es más, teniendo claro lo que queremos y cómo lo vamos a conducir, probablemente nos sorprenda lo rápido que nuestro perro cambia de conducta.
En resumen
- de poco o nada sirve chillar perseguir o pegar, salvo para empeorar las cosas (y mostrarle lo histéricos, lentos y poco fuertes que somos);
- las prisas son malas compañeras (recordad que ellos no trabajan fuera de casa, y que tienen mucho tiempo libre para ponernos a prueba. O aparentáis no ser vulnerables a la impaciencia o estáis perdidos);
- La coherencia es fundamental (si no quiero que se suba al sofá, nunca debo dejarle subir al sofá. Un privilegio hoy es un derecho mañana, y todos defendemos nuestros derechos ¿No? Por otro lado, todos los miembros de la familia deben permitir y no permitir las mismas cosas, ser firmes pero tranquilos, o le volveremos loco);
- Y por último, no existen los perros malos, sino los perros mal adaptados, ni los perros agresivos, sino los perros con conductas agresivas. Parecen lo mismo, pero en absoluto lo son. Visto desde un ángulo diferente, dentro de un entorno con una conducta diferente, hasta el problema aparentemente mas complejo puede ser resuelto. Tan solo hace falta un objetivo, un camino, paciencia, calma y coherencia.